Os Pinos

¿Qué din os rumorosos
na costa verdecente
ao raio transparente
do prácido luar?
¿Qué din as altas copas
de escuro arume arpado
co seu ben compasado
monótono fungar?

Do teu verdor cinguido
e de benignos astros
confín dos verdes castros
e valeroso chan,
non des a esquecemento
da inxuria o rudo encono;
desperta do teu sono
fogar de Breogán.

Os bos e xenerosos
a nosa voz entenden
e con arroubo atenden
o noso ronco son,
mais sóo os iñorantes
e féridos e duros,
imbéciles e escuros
non nos entenden, non.

Os tempos son chegados
dos bardos das edades
que as vosas vaguedades
cumprido fin terán;
pois, donde quer, xigante
a nosa voz pregoa
a redenzón da boa
nazón de Breogán.




Los Pinos

¿Qué dicen los rumorosos
en la costa verdescente
al rayo transparente
de la plácida luz de la luna?
¿Qué dicen las altas copas
de la oscura pinocha arpada
con su bien compasado
y monótono cimbrear?

De tu verdor ceñido
y de los benignos astros,
confin de los verdes castros
y tierra valerosa.
Nunca te olvides
de la injuria y el rudo encono;
despierta de tu sueño,
hogar de Breogán.

Los buenos y generosos
nuestra voz entienden,
y con arrobo atienden
nuestro ronco sonido,
pero sólo los ignorantes,
los fieros y duros,
imbéciles y oscuros
no nos entienden, no.

Ya ha llegado el momento
de aquellos antiguos bardos,
que a vuestras ilusiones
cumplido fin darán:
pues, donde quiere, gigante,
nuestra voz pregona
la redención de la buena
nación de Breogán.




                      Eduardo Pondal



HIMNO GALLEGO

1. El Himno gallego y el sistema cultural de Galicia. El Himno es el símbolo acústico más solemne y transcendental de Galicia como comunidad política. Como un producto de la cultura gallega, refleja el ambiente social y cultural de Galicia, como uno de sus más importantes testimonios. Es un Himno que, desde su estreno en 1907, ha pasado por muchas vicisitudes, desde la prohibición absoluta, en tiempos de restricción espiritual y expresiva, hasta la permisividad total, sin obstáculos ni censura, pasando por situaciones intermedias, muchas veces ambiguas, en las que se ha tolerado su práctica, pero interpretado como una canción más dentro del rico folklore gallego. Surge en La Habana, fruto del espíritu organizador de un linotipista emigrante, por lo que, al igual que la Bandeira* y el Escudo*, está vinculado al espíritu creador de la Galicia emigrante. Es el único símbolo gallego que no ha sido contestado o criticado, por lo que despierta la adhesión de todos los medios nacionalistas y regionalistas y de personas que no se distingan por un excesivo celo centralista.

Galicia es rica en símbolos acústicos o sonoros de tipo ideológico y político. Los berros o gritos son muchos y se utilizan con frecuencia, tanto en fiestas típicas, como en actos patrióticos. Algunos de estos berros tienen efecto rubricante, para rubricar la culminación de un acto político, como «¡Terra a Nosa!» o el de «¡Galicia ceibe!». Más que gritos o berros de identificación y de adhesión y proselitismo son instrumentos de afirmación y de profundización en el espíritu comunitario que se vive en ese momento en el banquete en el acto político o cultural. Puede ser utilizado como medio de contestación, cuando se encuentran elementos de dos fuerzas totalmente diferentes, en la que una se distingue por su acusado centralismo y no acepta los símbolos de Galicia. Pueden ser utilizados, también, como divisas especiales, para distinguir la emoción que despierta cualquier aspecto cultural de Galicia.

Algunos berros, gritos o divisas son anteriores a la elaboración y estreno del Himno. En el s. XIX se utilizaron algunos muy específicos, sobre todo por Alfredo Brañas, interesado en la creación de una simbólica política para el regionalismo gallego. ¡Surge et ambula!, lo explica en su discurso de los Juegos Florales de Tui, porque esas palabras dos Evanxeus serán o lema das nosas libertades: Pro libertate patria es otro grito o lema, que, en su obra El Regionalismo dice que «se dieron la mano las provincias y los pueblos gallegos antes aislados». El más utilizado, sin embargo, es el de «Deus Fratresque Galleciae», no siempre escrito de la misma manera, pero dicho en muchos discursos, como el del banquete del 7 de mayo de 1893 en Barcelona, en el que dijo que: «bien quisiera que al lema que hemos adoptado de Deus fratresque gallaici se le añadiesen algunas palabras más y resonase en los valles y montañas de la nativa tierra este grito de guerra regionalistas: "Dios, los hermanos gallegos y sus aliados los catalanes"». En El Regionalismo dice del lema o grito que es «el santo lema de Deus fratresque Galaicae, lacónico pero sublime resumen de nuestro credo regionalista». Este lema o grito aparece en varias ocasiones, posteriormente, figurando, por ejemplo, en Antífona da cantiga de Ramón Cabanillas, publicada el año 1951, en Vigo, para terminar su prólogo, diciendo que: «Falo c-os que profesan con fe invencibre na groria e santidade da nosa anterga divisa: Deus Fratresque Galleciae».

El destino del berro o grito es extinguirse en el momento del acto patriótico, cultural o recreativo, cumpliendo su función integradora, rubricante o exaltadora en el acto mismo. Pero, muchas de estas exclamaciones se han convertido en divisas escritas y han sido, incluso, base para títulos de libros y revistas. Aun cuando su destino primario es el acto de su pronunciación luego se utilizan en escritos de diverso tipo, como libros, revistas, adhesivos y otros medios en los que predomina la escritura. Con un variante, el grito de «¡Terra a nosa» se escribe en una hoja suelta de 30 de mayo de 1921, firmada nor Xavier Soto y Manoel Antonio, en la que en su encabezamiento se escribe «¡Terra ceibe!» y termina con la rúbrica citada de «¡Terra a nosa!». Esta hoja es importante para establecer una relación entre el Himno y la Bandera, porque se dirige «Ós bos galegos» para explicar come la «Mocedade galeguista de Vigo» había pedido al Ayuntamiento de esta ciudad que en los actos oficiales al lado de la Bandera española figurase la gallega, y como la petición fue unánimemente votada en contra.

Otros símbolos acústicos o sonoros pueden sustituir, en algunas ocasiones, al Himno gallego. El aspecto conjuntivo del Himno, antes de su creación en 1907, se lograba por medio de algunas famosas canciones gallegas, sobre todo con «Negra sombra», música de Juan Montes y letra de Rosalía de Castro, hecho que se documenta perfectamente en el «Manifesto para la Solidaridad gallega», firmado en La Coruña el 14 de septiembre de 1907, y en cuyas últimas palabras se dice lo siguiente: «Decid, pues: si ahora no es la hora de reflexionar hondo y revolverse firme para salir de casa y hacer la unión gallega, la de todos los gallegos que sienten un nudo en la garganta al escuchar Negra sombra y energía en su alma al oir un viva a Galicia. decid. ¿cuándo será?». Los coros y orfeones tenían que utilizar estas canciones gallegas, sobre todo la mencionada por su sentimiento y capacidad conjuntiva, en sustitución del Himno, pero luego quedaron en su debido lugar, como excelentes obras de la música gallega. para interpretar dentro de su auténtica finalidad artística y cultural.

Desde al año 1968 la canción folk, titulada «Venceremos», utilizada según la versión de Joan Baez, ocupó en muchos casos el lugar del Himno gallego, en circunstancias especiales, sobre todo en momentos en los que predominaba el ambiente propicio de protesta. Lo han cantado especialmente públicos juveniles casi siempre como un modo de protesta, de afirmación y de reivindicación frente al centralismo, a la injusticia y la dominación de Galicia.
Muchos símbolos acústicos, como los berros, las canciones en general de alusión política, los slogans. divisas y lemas, en algunos movimientos de masas, de tipo político, o en actividades como las del Día de Galicia, o de la Patria Galega, se unen y forman una totalidad acústica de tipo simbólico que culmina generalmente con el Himno gallego.

El Himno gallego, pues, forma parte de un complejo simbólico, como un subsistema del sistema político gallego, pero no limitado a la expresión oral o acústica. Con motivo de la promulgación del Estatuto de Galicia, aprobado el 21 de diciciembre de 1980, la Federación de Sociedades Filatélicas de Galicia, consiguió la emisión de un sello del Estado, en el que el lema fue el Himno gallego. El boceto fue realizado por José Guitián Seijo y, como sucede en estos casos en Galicia, cuando se inauguran placas, etc., no estuvo exento de polémica. Fue una importante contribución a la difusión del Himno gallego, reproduciendo la partitura del mismo en el mapa de Galicia, con el Escudo al lado, con el fondo azul en el mar y el blanco en el suelo gallego. Se editó un sobre especial, con el Himno ocupando su tercera parte; se logró un matasellos especial también, con los retratos de Pondal y Veiga, con motivo del 17 de mayo de 1981 y la revista de la federación dedicó especial atención al tema del Himno.

2. El Himno y las relaciones políticas y criptopolíticas. El día 20 de diciembre de 1907, en el «Gran Teatro» de La Habana, se estrenó el Himno gallego. En día muy solemne, en homenaje póstumo a Pascual Veiga, con el fin de recabar fondos para erigir un monumento a su memoria en Mondoñedo, pudo ser cantado por primera vez. En 1908, el día 13 de diciembre, la Junta General del Centro Gallego, declaró Himno oficial al Himno, para todas las actividades en que los organismos de la famosa entidad interviniesen. A medida que el regionalismo avanzaba e iban despertando las ansias regionalistas en Galicia, se echaba de menos un himno emotivo y expresivo a la vez. Los intentos de Alfredo Brañas y de Luis Taibo, así como los de Galo Salinas y Varela Silvari no habían pasado de meros intentos, pero expresaban ya claramente la intención de tener un Himno en Galicia. como Cataluña tenía «Els Segadors». En 1890, tal como cuenta A Nosa ­Terra, en su número del 1 de septiembre de 1927, se celebró en La Coruña un certamen musical, en el que fue presidente Pascual Veiga y primer secretario Francisco Tettamancy, con el fin de premiar una Marcha Regional Gallega, para lo cual Eduardo Vicenti regaló una pluma de oro. Pero, hasta ese momento del 20 de diciembre de 1907, en pleno éxito regionalista y cuando el agrarismo y el solidarismo habían efectuado un gran avance, no se puso en práctica y se estreno debidamente.

El Himno gallego, fue el resultado de un gran esfuerzo de coordinación de José Fontenla Leal. Primero, había pedido la letra a Curros Enríquez, la gran figura gallega en La Habana en ese momento, y la música a Castro «Chané», pero al no haberla conseguido con la premura que necesitaba, eligió el poema Os Pinos de Pondal, estableció contacto con Pascual Veiga y el resultado fué un himno entre literario y patriótico, no muy común en cuanto a sus símbolos y, desde luego, no muy común en el sentido de que fue aprovechado un poema ya escrito, parcialmente, y no un poema escrito especialmente para hacer un himno. Fontenla Leal le llamó «Himno Regional Gallego», así como en 1890, se le había llamado «Marcha Regional Gallega», pero inmediatamente pasó a llamarse el Himno a Galicia y ya definitivamente el Himno gallego, sin que falten a veces denominaciones como Himno de Galicia.

Desde 1907 hasta 1923 el regionalismo y agrarismo cantaron el Himno gallego en sus actos y, al mismo tiempo, fue aceptado por muchos gallegos no radicalmente centralistas, los cuales no logran asimilarlo hasta la campaña electoral de 1977, etapa en que lo usan por lo menos formalmente. El impulso dado al regionalismo por el nacionalismo, con Irmandades da Fala al frente, hizo que el Himno gallego se incorporase normalmente a la actividad política. En la Semana Catalana. por ejemplo, celebrada en diciembre de 1917, con asistencia y activa participación de Francisco Cambó, el «Himno a Galicia» se interpretó en varias ocasiones. La Gaceta de Galicia, de Santiago, del día 17, explica como la banda municipal de Betanzos lo interpretó en la Estación del ferrocarril cuando los parlamentarios catalanes se trasladaban a La Coruña. En esta ciudad, dice el mismo diario, en la mitad del banquete, el público irrumpió en el comedor instalado en el Palacio municipal, y se cantó el Himno a Galicia, «repitiéndose ante el local de la Irmandade da Fala, izándose la bandera gallega en el balcón».

Previamente, una comisión gallega había estado en Cataluña, y la Gaceta de Galicia del día 17 da cuenta de como al terminar Cambó su discurso en el Centro Autonomista de Dependientes se canto «Els Segadors», siguiendo el diario compostelano describiendo el acto con estas palabras: «Terminado el canto nacional catalán los ilustres expedicionarios formando un grupo cantan el Himno Gallego, letra de Pondal y música de Veiga. Las notas delicadas de la melodiosa canción son escuchadas con delectación, estando todos en pie y descubiertos». En las elecciones parlamentarias de 1918, los regionalistas y nacionalistas hicieron uso amplio del Himno. Los berros y el Himno sonaron largamente durante la campaña. El mismo periódico compostelano cuenta, en su edición del 5 de marzo de 1918, como al terminar una sesión política de tipo galleguista, al gritar «¡Terra a nosa!» el público mostró «un entusiasmo indescriptible». Tras la conferencia de Cambó, el público acompañó a los oradores hasta el hotel cantando el Himno a Galicia. Es decir: que el Himno fue cantado por individuos específicos y por masas, fue interpretado por coros y orfeones o fue solamente tocada su música por las bandas de algunos pueblos.

Hasta 1923, el Himno gallego rubricará los actos del regionalismo, del nacionalismo y del galleguismo como elemento indispensable, pero, ese año comenzarán las dificultades, cuando, por el Real Decreto del 18 de septiembre de ese año de 1923, se prohíben las banderas, afectando a todos los símbolos regionales, hasta que por Real Decreto de 9 de junio de 1930 se deroga el mencionado Real Decreto. Las sociedades gallegas de América, como sucede cuando arrecia la censura en Galicia, intensificaron su interés por la expresión pública de los símbolos. El nivel simbólico del Himno quedó, sin embargo, en pie, aunque, en tales situaciones de represión simbólica el Himno se transforma en una canción gallega.

El advenimiento de la II República intensificó el amor al Himno, como expresión primero de una voluntad de Estado dentro del Estado Federal que se preveía, pero luego ya como una Región dentro del Estado Integral que se constituyó. Por falta de ensayo suficiente para mucha gente el Himno era casi extraño, y, por lo menos, pocos se lo sabían completo, tanto en su canto como en su letra. Por eso, tal como cuenta A Fouce, de Buenos Aires, del 1 de junio de 1931, un grupo de muchachos jóvenes fundaron un «Comité pró espallamento do Himno Gallego», apuntando cómo también el Centro Gallego de Buenos Aires había hecho algo por el estilo, apostillando que: «O himno e a bandeira-galega, levada ésta decote no primeiro termo, son os que é mester dar a coñecer entre os galegos emigrados». Desde 1931 a 1936, pues, el Himno gallego cumplió su función integradora, cantándose, incluso, en actos de exaltación republicana, tal como reseña Claridad, en su número del 24 de marzo de 1934, al describir los actos de conmemoración del Pacto de Lestrove, y en cuya parte referente a los himnos dice: «Los himnos gallego y de Riego ponen fin a la parte pública del acto sencillo y emocionado».

Desde 1936 a 1960, el Himno se convierte en criptopolítico, y, todo lo más, puede figurar en algunos actos culturales, siempre como una canción más dentro del variado folklore gallego. Desde ese año, más o menos, comienza a interpretarse en actos de manera más explícita, pero siempre con un matiz limitado, disimulando sus aspectos más ideologicos. En los actos de folklore celebrados en Santiago de Compostela, durante las fiestas del Apóstol, comenzó en 1975 a levantarse la gente durante la interpretación del Himno, iniciándose la costumbre en la Caja de Ahorros de Santiago, para, al año siguiente, en la Quintana de Santiago, hacerlo las autoridades locales y, con ellas, todos los asistentes a los actos. La inhibición de tantos años había eliminado la condición solemne del Himno, por lo que se trataba sin consideraciones especiales, hasta esos actos, en los que los asistentes siguieron la línea abierta por los más conscientes. Puede decirse ­que el Himno, sin tener oficialidad formal, volvió a recuperar su oficialidad emocional, como la había tenido entre 1907 y 1923, y 1931 y 1936.

3. El Himno gallego y el autonomismo en Galicia. En las etapas de autonomismo constitutional, el Himno gallego adquiere una oficialidad fáctica o legal dentro del territorio de Galicia, compartiendo con el Himno nacional o del Estado español los correspondientes honores, lugares, funciones y privilegios. Entre 1931 y 1936 se desarrolló la primera etapa de búsqueda de autonomismo constitucional, al amparo de la Constitución republicana de 1931. Desde 1978, al amparo de la Constitución, se desarrolla la segunda etapa de creación autonómica, en este caso con una situación intermedia denominada preautonomía, y con un proceso de elaboración del proyecto de Estatuto totalmente diferente, sin la participación directa del pueblo y sin la intervención de los ayuntamientos gallegos. En la segunda etapa, debido a la exclusión de las fuerzas extraparlamentarias, gran parte del proceso autonómico se produjo fuera de las instituciones oficiales, por lo que el Himno, además de ser un instrumento de integración formal, fue, también, un instrumento de militancia y de protesta.

En las etapas autonómicas, el Himno del Estado español o Himno national y el del ente gallego, sea región, como en 1931 o sea nacionalidad, como en 1978, adquieren cierta equiparación, sin excluirse mutuamente, completándose dentro de un mismo acto. Sin embargo, en ciertas ocasiones, se ha producido algún incidente, debido a que los organizadores, de buena fe o con cualquier intención han omitido a uno de ellos. En la Asamblea de los Ayuntamientos de Galicia, preparatoria del proyecto de Estatuto, se produjo precisamente un incidente de esta naturaleza, en la sesión inaugural del día 17 de diciembre de 1932, según consta en las actas, publicadas en el libro El Estatuto de Galicia. Actas y documentos (La Coruña, 1976) de Baldomero Cores Trasmonte, la Banda Municipal de Santiago de Compostela, situada en el bajo del Palacio de Raxoi, interpretó el Himno Gallego, cantándolo los asambleístas. Un asambleísta dijo, sin embargo: «Noto la ausencia del Himno Nacional y ruego al Presidente ordene que se toque. Es de lamentar que sea un asam­bleísta quien tenga que hacer esta advertencia». Pero, tal como dicen las Actas, «coincidiendo con estas últimas palabras, la Banda interpreta el Himno de Riego».

El presidente de la Asamblea, Osorio y Tafall, intervino para decir: «Una breve explicación necesaria y conveniente. La orden recibida por la Banda Municipal del Presidente de la Comisión, era que tocase ambos Himnos. Precisamente, como se habrá notado, ha coincidido el ruego del señor asambleísta con la interpretación del Himno Nacional». Terminó diciendo: «Queda, pues, complacida la asamblea, pero que tenga la seguridad, que el Himno de Riego se ha tocado, no por el ruego formulado, sino porque ya era ese el propósito», lo cual se rubricó con aplausos.

Las intenciones están muy claras. Las fuerzas españolistas acusan a las galleguistas y pro-galleguistas de dominar la Asamblea y comienzan por plantear el problema de los símbolos. Que no fue un acto intrascendente, omisión de los músicos nada más, sino que para tales fuerzas era una omisión deliberada, se prueba con las palabras de un tenaz contradictor del Estatuto, cual fue Vicente Sierra, quién, en El Progreso, de Pontevedra, del 28 de marzo de 1933, al discutir con Bóveda, tratando de explicar lo que pasó en la Asamblea de Santiago: «El Sr. Bóveda no quiere tener en cuenta que lo que pasó en aquélla fue lo que decidió al Partido Radical a oponerse al Estatuto. El olvido de tocar el Himno nacional después del gallego que exigió la protesta del partido radical-socialista y que hizo vibrar a parte de la Asamblea una vez cumplida la petición de aquel partido con gritos de ¡Viva la República española! y ¡Viva España! Podía pesar, también, el recuerdo de la asamblea preparatoria, celebrada en Santiago el 4 de junio de ese mismo año, bajo la presidencia de Xaime Quintanilla. El Compostelano cuenta que la Banda Municipal interpretó el Himno Gallego, coreando por los asambleístas, y «después, a ruego de aquéllos, tocó el himno de Riego», pero en aquel momento todo discurrió sin problema alguno.

En otros actos solemnes, sin embargo, dado el contenido cultural e ideológico no conflictivo, pudo cantarse sólo el Himno Gallego. En el acto de entrega del Monumento a Curros en La Coruña, celebrado el día 11 de agosto de 1931, «todo-los coros mesturados e dirixidos pol-o direitor de "Cántigas da Terra" cantaron o hino galego que o púbrico en pé a descuberto, escoitou respetosamente, apraudindo entolecido cando finou», tal como se dice en la reseña recogida por Luís Carré Alvarellos, en Manuel Curros Enríquez. Súa vida e a súa obra, publicada por Ediciones Galicia, de Buenos Aires, en el año 1953. En otras ocasiones, no muchas, han cantado los coros en conjunto, tal como to han hecho tantas veces los coros Clavé, pero en ese momento tuvo que ser emocionante, en presencia del Presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora, quién pronunció un importante discurso, sin que se plantease conflicto alguno con respecto al Himno.

Sin embargo, en el Estatuto de Galicia de 1932, aprobado plebiscitariamente en 1936, no existe ninguna alusión al Himno gallego, como no existía, tampoco, en los Estatutos de Cataluña y del País Vasco. La Constitución de 1931, en su artículo primero, precisaba los colores de la Bandera republicana, pero no se refería al Escudo ni al Himno. Los estatutos mencionados tampoco se refieren a la Bandera, por lo que toda la simbólica solemne se dejó para una legalización­ ordinaria o reglamentaria interna. La Constitución de 1978, en su artículo 4, es más explícita, porque se refiere a la Bandera española y a la potestad de los Estatutos para reconocer banderas y enseñas propias de las comunidades autónomas, pero no alude a los Himnos ni a los Escudos. Será el artículo 6 del Estatuto para Galicia, aprobado por referendum del 21 de diciembre de 1980, el que describa la bandera y diga expresamente que «Galicia ten himno e escudo de seu», por lo que corresponderá, también a los poderes públicos precisar las características, elementos y formas de los símbolos fundamentales. Por su parte, la Xunta preautonómica de Galicia, en su reglamento provisional, artículo 6, no describe la Bandera, pero dice que se colocará con la de España en la sede de la Xunta.

En el número Cero del Boletín Oficial da Xunta de Galicia se publicó el reglamento; en el mismo número se publica y describe el «Escudo Oficial de Galicia» y el presidente da Xunta, Antonio Rosón en su discurso de inauguración de las actividades de la entidad preautonómica, aceptó la oficialidad real del Himno al concluir sus palabras: Minas donas e meus señores: como dixo o bardo Pondal e cantamos todos no noso himno: «Os tempos son chegados». Los Estatutos de Cataluña y del País Vasco solamente institucionalizan a la Bandera, a la cual describen, en el artículo 4 y 5, respectivamente pero no se refieren al Escudo ni al Himno. El Estatuto de Galicia no describe más que la Bandera, limitándose a decir con respecto a los otros símbolos solemnes, que los tiene propios, lo cual quiere decir que puede describirlos por leyes o reglamentos emanados de sus propios poderes.

El anteproyecto de Alianza Popular se había referido, en su artículo 3, a que Galicia adopta la Bandera, el Escudo y el Himno tradicionales, correspondiendo a las leyes fijarlos; el P. S. de G. (P. S. O. E.) y el P. S. G. habían descrito con detalle la bandera, pero guardaron silencio sobre Escudo e Himno. En las Bases de la Academia Gallega de Jurisprudencia y Legislación figura ya la expresión, «Galicia tendrá bandera, escudo e himno propio», que, pasando por el proyecto de U.C.D., como «Galicia tendrá bandera, escudo a himno propios», entrará definitivamente a completar la descripción de la bandera en el artículo 6 del Estatuto. En el proyecto de la Asamblea de Partamentarios y en el publicado en el Boletín Oficial da Xunta de Galicia (marzo, 1980) se usa ya la expresión «Galicia ten himno e escudo de seu».

Solamente dos de los anteproyectos hacen referencia explicita a Os Pinos, como Himno de Galicia. En el artículo 9 del proyecto del Partido Obreiro Galego, de noviembre de 1978, se dice: «O hino galego é o denominado Os Pinos». En el artículo 8 del proyecto del Momivimiento Comunista de Galicia, de diciembre de 1978, se dice expresamente que: «O hino galego é Os Pinos». Aunque el concepto de propio pudiera interpretarse en sentido circunstancial, en el caso del Himno existe unanimidad en cuanto a la adopción de Os Pinos como el Himno oficial, por lo que con el Estatuto de 1980 adquiere oficialidad genérica e implícita, que solamente normas y disposiciones posteriores detallarán en su día. A la oficialidad real se ha unido la oficialidad genérica y solamente falta, o todavía falta, la oficialidad formal, para precisar los honores y privilegios correspondientes.

4. «Os Pinos y su estructura morfoideológica. El Himno gallego se compone de la letra del poema Os Pinos, de Eduardo Pondal, y de la música de Pascual Veiga. Como el poema no fue escrito directamente para Himno, sino que era un poema que Pondal había escrito hacía algún tiempo, el número de estrofas no es el mismo que la parte que se canta. El poema Os Pinos tiene diez estrofas, de las cuales, en condiciones de permisivilidad, se cantan cuatro solamente, quedando reducidas a dos en épocas de mayor restricción intelectual y cultural. A pesar de la reducción a cuatro estrofas normalmente, la parte que se canta expresa de manera superficial el contenido y el mensaje del poema. Las otras estrofas son variaciones sobre un mismo tema, cuyo motivo central es muy sencillo: que Galicia despierte de su sueño y emprenda el camino de la libertad. Como es natural, aun cuando el poema es inteligible perfectamente en sus cuatro primeras estrofas, correspondientes al Himno, es conveniente interpretar su contenido a la luz de todo el poema, por lo menos para entender los matices ideológicos que el poeta quiso darle.

Eduardo Pondal había escrito un poema con tres estrofas previamente, en el que resume la idea fundamental del poema. Debió ser un borrador inicial, que viene a resultar luego como un resumen, pero en su momento debió ser el punto de partida para tan largo poema de diez estrofas. Apareció entre los papeles inéditos del bardo, pero no tienen fecha que pueda permitir su datación adecuada. El poema Os Pinos, pues, es una idea que Pondal tenía muy pendiente, que expresa con bastante claridad su propio pensamiento, o sentimiento, sobre Galicia, y que con estos antecedentes se completa, de modo que se puede percibir su ideología y su importancia dentro de la obra poética del bardo de Ponteceso.

El poema, bajo el título de Os Pinos, está recogido por Amado Ricón en su obra Eduardo Pondal: Novos poemas. El poema Os Pinos, está escrito en octavillas italianas de versos heptasílabos, libres el primero y el quinto, agudos y rimando entre si el cuarto y el octavo, y formando pareados el segundo y el tercero, y el sexto y el séptimo ajustándose al esquema fijo de -a a b' -c c b', tal como explica Benito Varela Jácome, en La métrica de Pandal, publicado en Cuadernos de Estudios Gallegos, ­fascículo XV, 1960. El que este en octavilla italiana, con metros menores, pudo influir en Fontela Leal para elegir el poema, debido tanto a su sonoridad, como a la divulgación que a este tipo de metros habían dado los poetas románticos españoles, aunque en la poesía de Pondal hay abundancia de hexasílabos, octosílabos y otros muy propicios para ser cantados con la comodidad que un himno necesita. Incluso en algunas ocasiones, el final del poema, al ser cantado con una cadencia grave, al ir ascendiendo ahoga a algunas personas, por lo que, ayudado por la emoción del momento, se producen con frecuencia faltas de acorde, lo cual no sucede, naturalmente, cuando lo cantan los coros acostumbrados a tenerlo en sus repertorios.

El Himno gallego comienza con una pregunta que los pinos, Ilamados «rumorosos» (pero en la sexta estrofa se les llama soantes pinos, autocitándose prosopopéyicamente los mismos pinos), hacen en general al rayo transparente, en la noche de luna. Cierto éxito subyacente del poema puede proceder del uso de la prosopopeya, haciendo hablar a los pinos y al rayo transparente en noche de luna, ambiente apto para una interpretación gallega de la cultura inmersa en la naturaleza. La pregunta la hace el propio poeta, Pondal, aunque bien pudiera hacerla en calidad de bardo, pero al no decirse nada, parece como que se quiere transferir al propio lector o cantor, por lo que hábilmente se introduce en el ambiente del poema, hecho que puede contribuir, asimismo, a la adhesión que el hombre de la calle ha prestado al poema y al Himno en general.

El triángulo coloquial está constituido, pues, por el interrogador, que es el propio poeta, que puede ser el bardo o que, por transposición, puede ser el público; por los pinos, «los rumorosos», cuyo nombre está citado en el poema, pero da título también al mismo poema e, incluso, al Himno completo, con la letra y música, y por el rayo transparente, todo ello en la noche de luna, todo lo cual, para un psicoanalista podría ser motivo de interpretación en una relación masculino (pino, rayo, copas) y femenino (costa, luna, verdor), que pudiera servir también de apoyo subyacente para explicar el éxito popular del poema y del Himno.

Para los adversarios del Himno, los centra­listas extremos, cualquier esfuerzo para desmerecer la letra y la música para impedir u obstaculizar su interpretación, han sido esfuerzos frecuentes. Por ejemplo Orientación Gallega, de Buenos aires, en su número de junio de 1964, en un artículo firmado por P.P y titulado Bandera e Himno Gallegos, revela las presiones políticas que discreta o indiscretamente se realizaron contra el Centro Gallego para modificar su conducta ante los símbolos fundamentales. Sin embargo, desde el punto de vista formal, de la propia estructura formal y morfológica del poema, ninguna critica alcanza el calor airado de la efectuada por el marqués de Sabuz, en De Literatura Galaica, en un capítulo inadecuadamente llamado La política del gallego y de los himnos galicianos.

Luego de criticar irónica y sarcásticamente la obra de Pondal, limita sus comentarios al Himno, con palabras que por ser inefables merecen extensa reproducción: «Sobre todas las anteriores descuella Os Pinos, un monstruoso engendro que ha tenido el alto honor de que Pascual Veiga lo pusiera en música y que los emigrantes cubanos lo canten como si fuese el himno regional de Galicia. En esa producción, o lo que sea, «el bardo» encárase con los pinos, escúchalos atentamente, oye su zumbar misterioso y se interroga todo espantado...».

El tono del comentario seguirá hasta que reproduce luego el poema, pero lo importante es aclarar ahora no lo que el comentario significa como crítica, sino cómo la actitud del centralismo extremo ha criticado no sólo la función del Himno, su relación con el Himno español o nacional y la misma morfología del poema pondaliano, o, mejor dicho, el contenido subyacente en el poema, en la medida en que era la expresión de un regionalismo ya bien asentado, cuya afirmación se hizo, posteriormente, más activa por medio del nacionalismo y del galleguismo. Así como se ha tratado de negar legitimidad a la Bandera, aduciendo que es de reciente factura, también se ban manifestado expresiones de crítica contra la misma letra del Himno, con la que con «inxuria y rudo encono» hace el marqués de Sabuz.

Aun cuando el poema parece un monólogo formalmente, porque el poeta o el público hacen solamente la pregunta y después son los pinos los que hablan, acogiéndose al recurso de la prosopopeya, es preciso decir que se trata de un diálogo implícito, en el que una parte escucha atentamente lo que dice la otra. Pondal usa el monólogo en E ti, campanas de Anllóns, Dous rapaces, non sei onde y otros muchos poemas, pero en este caso el monólogo se convierte en diálogo por la participación expectante del rayo transparente. El tono indicativo y personal del poema, con un mandato contínuo para que Galicia cambie su rumbo, avala esta interpretación del poema como un diálogo asimétrico basado en el tradicional recurso a la técnica de la prosopopeya. La larga descripción de los pinos, en tono directo y muy personal, tiene una expeción en la segunda estrofa, donde se continua la descripción paisajística, lo cual parece una anomalía formal dentro de la forma del poema. Y aún cuando el poema completo tiene numerosos matices, variaciones sobre el mismo asunto, interpretados en su totalidad adquieren un sentido patriótico trascendente.

En cuanto a la música son muchos los aspectos que hay que interpretar al hacer un análisis adecuado. Coros, orfeones, la gente espontáneamente, los políticos como Porteiro y otros en circunstancias especiales, lo han interpretado de muy diversas maneras, en múltiples circunstancias, en unos casos solamente la música, y, en otros, la letra y la música. El disco cuenta ya con una buena colección de aportaciones de filarmónicas, orfeones, coros y otras agrupaciones. Numerosos coros y bandas tienen discos sobre el tema del Himno. La distribución de la letra y de la música por casas comerciales, en calendarios de mano, facilitan la difusión del Himno, de modo que se va haciendo familiar para todo el pueblo gallego.

5. El Himno gallego y sus mensajes: mesianismo popular y redención gallega. El mensaje mensaje manifiesto del Himno surge en el quinto verso de la segunda estrofa, cuando se le pide a Galicia que no olvide las injurias históricas y que despierte de su sueño. En la tercera estrofa se establece una distinción: Bós e xenerosos/iñorante, féridos duros, imbéceles e escuros, aunque sin excesivo maniqueismo ideológico, para destacar cómo los primeros entienden el mensaje y los segundos se oponen a su entendimiento. La cuarta estrofa es un canto a la esperanza, donde se establece otro campo asociativo: esclavitud presente/redención. Los ingredientes son, pues, muy aptos para un buen Himno, porque el mensaje explícito o manifiesto está claro, es sencillo y puede ser inteligible por el pueblo común sin demasiado esfuerzo. El mensaje implícito, naturalmente, surge de la propia obra del poeta Pondal, en ese momento el cantor del pasado gallego, el recuerdo y el trato de amor del paisaje quizás la forma cotidiana del uso de interrogatorio y de la prosopopeya y el, a veces, lenguaje conflictivo al contraponer dos formas de vida, dos maneras de entender a Galicia y dos mundos ideológicos diferentes.

El nombre de Galicia no aparece nunca en el poema, como es normal en toda la obra de Pondal. En el Himno se le llama Fogar de Breogán, en la segunda estrofa, y Nazón de Breogán en la cuarta estrofa. En las restantes estrofas se le alude en Rexión de Breogán, Grei de Breogán Fillas de Breogán, Arpas de Breogán, Aromas de Breogán y Eidos de Breogán, que son los versos con que terminan cada una de las estrofas del poema. En otros poemas, Pondal utiliza Ilustre, Gente, Fala, Fillos, Forte, Roza, Eidos, de Breogán, según los casos y de acuerdo con el contenido del verso. El recurso a un lenguaje tropológico de esta naturaleza, en la que se mezclan sinécdoques y metonimias, según las circunstancias, se debe a una necesidad ideológica de ilustrar el futuro por medio del pasado y de comparar la disfunción del presente como el pasado dorado de tipo céltico.

Las relaciones de los elementos a que alude al hablar de Breogán explican el deseo de ofrecer una explicación total de Galicia. Cada uno de los elementos tiene implicaciones sobre aspectos de la realidad social. Fogar/Patria, Nazón/Estructura sociopolítica, Rexión/Ámbito, Arpas/Cultura, Fillas/Sexo, Grei/Población, Armas/Defensa y Eidos/Territorio, pueden deducirse fácilmente de la totalidad de los versos finales, por lo que el poema completo supone una descripción esquemática y emocional de Galicia en el orden territorial, demográfico cultural y social. Se pueden completar con otras referencias de la obra del poeta, pero solamente con las recogidas en Os Pinos se puede captar la intención profunda del bardo de Ponteceso. En el poema, los dos más totalizadores, como el sentimental de Fogar y el político de Nazón resumen todos los demás, por lo que el Himno puede ser interpretado también dentro de su propio cerco intencional.

Dos frases del poema Os Pinos, cantadas cuando se canta el Himno largo, han tenido especial pregnancia en la cultura gallega, desvinculadas del Himno mismo, aunque no de su campo semántico e ideológico, Os bós e xenerosos, del primer verso de la tercera estrofa, y Os tempos son chegados, primer verso de la cuarta estrofa se han utilizado y utilizan en muchas ocasiones, sin aludir siquiera a su procedencia como tópicos, clichés o estereotipos ideológicos y políticos, en unos casos aplicados con justicia y en otros casos, dado el ambience emocional en que suelen pronunciarse o escribirse, con demasiada prodigalidad. Os bós a xenerosos se opone a los iñorantes, féridos, duros embéciles e escuros, por lo que existe cierto maniqueísmo, aunque no se precisa explícitamente quienes son, ni se repite luego en todo el poema, porque tiene más sentido positivo que negativo, tiene más de mesiánico que de maniqueo.

Os tempos son chegados implica una visión del desarrollo histórico, que no ha sido captada claramente en la obra de Pondal, limitados, generalmente, a explicar su helenismo, su celtismo, su berberismo y otros aspectos externos, cuando, en realidad, lo importante es el sentido dinámico del tiempo histórico subyacente, perfectamente captable en el poema y, quizas, en el Himno, sin necesidad de acudir a la totalidad de su obra, entendiendo el Himno como un microsistema total de la ideología pondaliana y de quienes la compartían y la comparten, esbozada sintéticamente. Frente al presente oprobioso, oclocrático de decadencia, se impone la redención futura, mesiánica, partiendo del pasado glorioso, comparable a una edad dorada. Sin alcanzar un sentido dialéctico claro, al menos, este sentido del tiempo tiene un matiz evolutivo de indudable dinamismo.

Por mencionar la presencia de estereotipos pregnantes en la cultura gallega, bastarán dos ejemplos solamente. Ramón CabaniIlas, en ¿De que morte morreu nosa prenda?, al referirse a Castelao, termina el poema exclamando: «¡Morreu do mal dos bós e xenerosos!/¡Morreu do amor á Terra!». Nunca mejor aplicada la expresión tópica a Castelao, pero no siempre se utiliza con tanta precisión. En cuanto al tópico o cliché, Os tempos son chegados, y sea cual fuere el juicio que merezca el caso, se puede recordar la terminación del discurso de Antonio Rosón, como presidente de la Xunta de Galicia, en el acto de constitución oficial, celebrado el 18 de abril de 1978, en el Palacio de Xelmírez de Santiago de Compostela. Sería interminable la relación de actos y momentos en que han sido pronunciadas tales frases cliché pero aún cuando no llegaron los tiempos y los buenos y generosos no han proliferado, indican que el lenguaje del Himno ha tenido cierta eficacia cultural y ha cumplido una función divulgadora con bastante pregnancia comunicativa. El mesianismo del Himno gallego es un aspecto del mesianismo patrocinado por Eduardo Pondal en toda su obra. Se le pide a Galicia, al Fogar de Breogán, que despierte de su sueño, que no olvide las injurias y que escuche la voz de los rumorosos pinos; es decir, también la voz del pueblo gallego. El circuito ideológico del Himno está claro: frente al presente oprobioso, oclocrático, de decadencia absoluta, simbolizada por la inacción del sueño, el pueblo gallego, la grey de Breogán, la nación de Breogán, tiene que reaccionar y buscar su redención. No existe ninguna personalización en el poema. Es el pueblo sencillo y llano a quien se apela: es a la personalidad básica y elemental, a la que se hance el llamamiento porque en ella reside la condición de bueno y generoso, dos adjetivos que Pondal usa con alguna frecuencia en su obra poética.

En la segunda estrofa solamente se insinúa esta relación entre la acción y la decadencia, al decir que Galicia es valerosa, valeroso chan, dice, que Galicia está dormida, que la injuria se ha impuesto y la ha maniatado, pero que tiene que despertar. La relación desperta/sono es muy estrecha y muy explicativa. En las estrofas tres y cinco la idea está ya muy clara y puede ser entendida con toda claridad. El Mesías esperado es el pueblo mismo, democráticamente sin líderes absolutos ni relativos, es el pueblo llano en busca de su propia libertad y de su identidad cultural.

Sería demasiado exagerado ver en la obra de Pondal un sentido dialéctico de la historia, pero, al menos, puede encontrarse un sentido histórico subyacente muy profundo. El celtismo, el helenismo y otros revestimientos históricos son algo anecdótico y circunstancial, perfectamente transmutables unos por otros: lo importante es el sentido íntimo de la historia. De una historia que tiene un presente oclocrático o caótico y decadente, un futuro de redención cuando os tempos son chegados, y un pasado, Edad de Oro, a la que es preciso acudir, no como una tradición estereotipada, sino como el fundamento primario de la personalidad del pueblo. Todo el poema Os Pinos es una amplificación de esta idea que, sencillamente, se esboza ya en la segunda estrofa hasta donde, en los últimos años, han llegado los coros al cantar el Himno. Al pueblo le bastan con frecuencia las insinuaciones, cuando en ellas está implícito el sentido inmanente de la libertad, de la convivencia profunda dentro de una cultura como la gallega. En parte, el éxito y la pregnancia del Himno hay que atribuirlos a esta capacidad para penetrar en los sentimientos y en las emociones de un pueblo, expresando sus ideales y sus aspiraciones fundamentales.

Bibl: Xoán Barreiro, As Nosas Letras, Barcelona, 1978; Luis Carré Alvarellos, Manuel Curros Enríquez. Súa vida e a súa obra, Buenos Aires, 1953; Baldomero Cores Trasmonte, Sociología política de Galicia, La Coruña, 1976; 0 Carroncho de David, Santiago, 1961, y El modelo sociobibliotecario y la proyección internacional del libro, en «Boletín de la Sociedad de Bibliotecarios de Puerto Rico», 1974; Juan Naya Pérez, El Himno Gallego. Notas para su historia, en «Galicia», Buenos Aires, 1971. (B. C. T.)

 
 
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